El erotismo de los cuerpos otros: Margaret Atwood y la trilogía MaddAddam
- Chiacchio, Cecilia (UNLP)
Desde una perspectiva feminista posthumanista, la subjetividad se entiende como parte de una ecofilosofía de múltiples pertenencias, una estructura mayor a la humana, donde las personas se insertan en codependencia con otras especies (Braidotti 2006, pp. 66, 123). Esta postura interpela la concepción monolítica y jerárquica del Humanismo, pero, además, restituye materialidad a la subjetividad. Tanto las nociones biológicas como las político-discursivas en torno a la Vida, señala Braidotti (2006, p. 37), coinciden en el cuerpo y lo transforman en un espacio de disputa y combate político. De este modo, la subjetividad no puede escindirse del cuerpo entendido como un territorio material y simbólico.
Siguiendo estas líneas, nos proponemos explorar las corporalidades humanas, no humanas y posthumanas en la trilogía MaddAddam (Oryx and Crake, 2003; The Year of the Flood, 2009; MaddAddam, 2013), de Margaret Atwood. El escenario distópico le permite a la autora interpelar y descentrar nociones de subjetividad y alteridad, a partir de especies otras que se encuentran antes y después de la destrucción casi total de la humanidad. En el mundo preapocalíptico, la norma antropocéntrica, patriarcal y capitalista delimita lo aceptable y lo abyecto, así como las jerarquías que habilitan la mercantilización de lxs otrxs y sus cuerpos. En cambio, en el postapocalipsis, aunque subsisten estructuras de dominación que hacen de los cuerpos campos de batalla, ya no existe una estructura científica, ni una política centralizada, sino tan solo especies “liberadas” en un mundo conocido y desconocido a la vez.
Para Braidotti (1997) la mirada feminista se inscribe en cuerpos que conllevan y visibilizan el silencio que les ha sido impuesto a lo largo del tiempo; así, la Trilogía interpela esos silencios en la materialidad de las subjetividades humanas, no humanas y posthumanas que se presentan, por un lado, como la arena de conflictos y experimentos de una ciencia antropocéntrica, pero, por otro lado, como la fuerza liberada y erótica (Lorde 1997) de esos cuerpos que, “apropiándose de las herramientas que los marcó como otredad” (Haraway, 1991, p.300), abren nuevos posibles caminos y subjetividades.